BRUCE SPRINGSTEEN
RESEÑA DIARIO VASCO
Bruce Springsteen apuró al máximo su estancia donostiarra. Por la mañana visitó el Guggenheim y a mediodía viajó a Madrid, donde anoche triunfó en otro multitudinario concierto
18.07.08 - MITXEL EZQUIAGA | SAN SEBASTIÁN.
DV. Le costó marcharse, pero al final se fue: un repleto Santiago Bernabéu le esperaba anoche. Bruce Springsteen y su familia apuraron al máximo su estancia donostiarra. Ayer por la mañana visitaron el museo Guggenheim en Bilbao, luego regresaron a Donostia y pasadas las dos del mediodía abandonaron el hotel María Cristina con todos sus bártulos rumbo a Madrid. No hay duda de que el Boss le ha cogido gusto a la brisa del Cantábrico.
La Bossmanía que se desató el pasado sábado con la llegada del músico de New Jersey a la capital donostiarra ha ido creciendo con el paso de los días y generando su propia leyenda. El último episodio de la novela de Springsteen en San Sebastián se vivió en la noche del miércoles en la Parte Vieja donostiarra. El Jefe y su entorno más cercano se dio una vuelta por lo Viejo que terminó con una cena ligera en el restaurante Morgan, un clásico de la gauche divine y cultural de San Sebastian.
«Fue todo supertranquilo», recordaba ayer Sole, toda una institución del Morgan. «Vino con su mujer y un grupo de gente, picaron jamón y queso y estuvieron encantadores. Nos hicimos unas fotos con ellos, dibujaron una guitarra en la pared y se fueron tan contentos», afirma. Y bajando la voz, como en un off the record travieso, añade con una sonrisa: «Por lo que ví, la verdadera boss es ella, Patti Scialfa».
Niños patinadores
Todo eso ocurrió el miércoles, tras la larga tarde de playa que el Boss había vivido en la Zurriola. Ayer el músico y su esposa se trasladaron al Guggenheim de Bilbao, que recorrieron con Juan Ignacio Vidarte, su director, como guía.
Pero este músico que se convierte en gigante en el escenario conforma en su vida cotidiana la más clásica familia de turismo. Ayer, mientras los padres hacían las maletas sus hijos patinaban en la plaza de Oquendo hasta que Patti se asomó al balcón de su suite para recordarles que había que ir plegando para partir hacia Madrid.
Pasadas las dos del mediodía salían del hotel con sus maletas. El Boss, en línea con su amable conducta en los días pasados en Donostia, firmo autógrafos y posó para los seguidores. Habían sido unas felices vacaciones con un concierto por medio que perdurará en la memoria de sus 40.000 espectadores. Springsteen y familia tomaron su avión hacia Madrid. El Bernabéu y casi cien mil espectadores más le esperaban.
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